domingo, 28 de septiembre de 2014

La Fiesta Nacional de los Estudiantes: ¿en contra del actual paradigma educativo?

Julieta Frías analiza el pasado y el presente de la Fiesta Nacional de los Estudiantes, y señala cómo esta contradice tanto a las ideas clásicas de educación como a las contemporáneas.
El origen propagandístico y totalitario de la FNE

Nadie puede negar que la Fiesta Nacional de los Estudiantes (FNE) se ha convertido en parte de la identidad jujeña. El evento se desarrolló por primera vez en 1952, y se ha venido repitiendo ininterrumpidamente desde entonces. Desde 1952 hasta 1971 la Fiesta de los Estudiantes tuvo un carácter eminentemente provincial, pero desde 1972 se decidió nacionalizar el asunto, invitando a otras provincias a participar del festejo.

La FNE gozó de una gran popularidad nacional en la última mitad de la década de 1970, y desde entonces el entusiasmo se ha ido extinguiendo (excepto, claro, en Jujuy). En los últimos 15 años el gobierno jujeño ha reforzado sus esfuerzos para exportar a la FNE fuera de la provincia, pero los resultados han sido desalentadores.

Antes de que la FNE se instalase oficialmente, durante el inicio de la primavera en Jujuy se organizaban estudiantinas. Las mismas tenían por inspiración a las tunas españolas: un conjunto de estudiantes (en este caso de la escuela secundaria, puesto que no hubo universidades en la provincia hasta la década de 1970) se reunían anualmente en el Teatro Mitre para protagonizar espectáculos musicales y obras dramáticas. Lo más característico de aquellas presentaciones era que cultivaban una entonación satírica. En efecto, durante los días en los que arribaba la primavera, los estudiantes jujeños de antaño se burlaban de los adultos, guionaban farsas, se gastaban bromas y trataban de escandalizar a la sociedad con su humor. Era como festejar carnaval en septiembre, aunque, claro, con un tono más intelectual y elitista.

En 1947 el gobierno peronista decidió prohibir a las estudiantinas que se venían efectuando, por lo menos, desde 1918, puesto que los jóvenes que las protagonizaban provenían, en su mayoría, de familias antiperonistas que eran despiadadas con el Presidente, su esposa y el Gobernador. Un par de años después, en 1949, San Salvador de Jujuy se convirtió en escenario de la Fiesta Nacional de la Juventud, un encuentro nacional de jóvenes organizado por el gobierno según el modelo de festivales juveniles que organizaba la Balilla italiana a principios de la década de 1930.

En 1952, cuando el gobierno local autorizó la reposición de las estudiantinas, lo hizo tratando de replicar lo hecho en la Fiesta Nacional de la Juventud, lo que significaba eliminar las veladas teatrales y sustituirlas por un desfile de carros alegóricos y la elección de una reina de belleza.

La FNE tuvo su origen, por tanto, en ideas totalitarias importadas a la Argentina por el gobierno de Juan Perón.

Típica escena de la FNE

La dictadura de la belleza

El evento central de la FNE es un concurso de belleza femenina cuya ganadora es coronada “Reina Nacional de los Estudiantes”. De este concurso han participado cientos de jóvenes, algunas de las cuales tuvieron la suerte de proyectar sus carreras en el campo del modelaje o de la actuación (v. gr. Daniela Cardone, Carolina Ardohain, Jorgelina Airaldi, etc).

Antes de llegar a la instancia nacional, en Jujuy se organizan tres instancias previas: la provincial, la municipal y la escolar. Casi todas las escuelas medias se prestan al concurso: en cada colegio se organiza una velada en donde se elige a la “reina” (a veces llamada “soberana” por los periodistas hambrientos de sinónimos), la cual luego representa a la institución a nivel municipal.

Las “elecciones de las reinas”, como todo concurso de belleza, obliga a las jovencitas –cuyas edades suelen oscilar entre los 14 y los 18 años– a peinarse, maquillarse y vestirse para la ocasión. Es una tradición. Los colegios privados y confesionales, o sea los colegios que concentran a la gente de mayores ingresos, tienen su elección de reina, del mismo modo en que la tienen los colegios públicos de zonas marginales.

Las jovencitas ganadoras en cada colegio, como ya lo apunté antes, asisten a la instancia municipal en donde se repite la parafernalia de vestidos, maquillaje y peinados especiales. ¿Quiénes ganan estos concursos? Normalmente las jovencitas que resultan más representativas del canon de belleza occidental. En Jujuy, una provincia en donde el porcentaje de gente descendiente de habitantes originarios del continente americano es altísimo, las “reinas estudiantiles” suelen ser las jóvenes más blancas, más rubias y mejor vestidas, maquilladas y peinadas. Esto se aprecia con mayor nitidez en la instancia provincial –normalmente el concurso de belleza que menos interés genera–: las adolescentes de los departamentos puneños o quebradeños se juntan con el objetivo de legitimar a las adolescentes de los departamentos vallistos o yungueños, es decir las adolescentes que menos satisfacen las demandas del canon occidental de belleza son reunidas para ver como triunfan las adolescentes que más suelen satisfacer a ese canon. ¿Acaso alguna vez ha ganado una joven de Susques? No, jamás. Alguien así tiene la piel muy obscura y los cabellos muy duros para obtener ese mérito. “No es lo suficientemente bella” dicen los jurados. 

El esfuerzo vano

Junto al concurso de belleza, el otro eje característico de la FNE son los carros alegóricos, los cuales desfilan durante algunos días por las calles de la ciudad para ser admirados por la gente y, finalmente, premiados por un jurado de expertos.

Hay tres categorías de carros alegóricos: las carrozas, los carruajes y los carros técnicos (esta última categoría está reservada para las escuelas técnicas de la provincia, las cuales aprovechan la oportunidad para demostrar sus conocimientos de mecánica, armando estructuras móviles para la ocasión). En los últimos años el número de colegios participantes ha logrado superar los cincuenta, pues no sólo se inscriben las instituciones educativas de San Salvador de Jujuy –ciudad en la que se desarrolla la FNE–, sino también las de otras localidades provinciales.

Armar uno de esos carros alegóricos no es sencillo, pues requiere, básicamente, de dos cosas: dinero para comprar los materiales de los cuales está hecho, y tiempo suficiente para hacerlo correctamente. El gasto por cada carro se amortiza gracias a que normalmente todos los asistentes a un colegio aportan una fracción de su costo final, por ello mientras más gente pertenezca a un colegio, menor es la cantidad de dinero que cada bolsillo debe entregar. También existe un fondo oficial que subvenciona a cada colegio y es común ver cómo estudiantes y docentes organizan eventos para financiar sus proyectos en las semanas o meses previos a la FNE. Por cada carro alegórico se necesita una gran cantidad de papel maché, alambres, focos, pintura y otros materiales con los que habitualmente se construyen maquetas a gran escala.

Ahora bien, en relación con el tiempo sucede algo curioso: hay plena aceptación de que el carro alegórico es una prioridad de cada escuela, por lo que aproximadamente en agosto se pone en marcha la construcción del mismo. Durante ese lapso los docentes supervisan las actividades, pero quienes de verdad trabajan para armar los carros alegóricos son los mismos estudiantes, tanto varones como mujeres. Se establece así un atelier al que se lo denomina “canchón”; allí los jóvenes permanecerán “internados” día y noche hasta lograr concluir –muchas veces sufriendo del estrés por no cumplir con los plazos.  

Tras el arduo esfuerzo, cada colegio saca a pasear por la ciudad a sus obras. Se lucen durante unos días, hasta que al final se les otorga un precio. Así el carro alegórico ganador llena de orgullo y satisfacción a los jóvenes que participaron de su construcción. ¿Y qué hay de los demás? Cada colegio recibe un premio según su ubicación. El problema es que, por el modo en que se los ve festejar, pareciera que no es lo mismo haber trabajado a contrarreloj para recibir el veinteavo premio que para recibir el primero.

Dos lógicas diferentes

Es evidente que la FNE no está actualizada, pues no responde al paradigma educativo vigente. Es decir en las últimas décadas mutó la manera que la FNE tenía de organizar el evento (se empezaron a emplear sitios más grandes para desarrollar las actividades, se apostó por mejorar la cartelera de espectáculos contratando a artistas de renombre nacional, se buscó promocionar al asunto en muchas provincias, etc), pero no mutó la práctica misma.

Al estar asociada a la cultura escolar y al involucrar anualmente a miles de jóvenes estudiantes con la autorización expresa del Ministerio de Educación provincial, lo más lógico sería que la FNE refleje el paradigma educativo actual, pero de hecho no se molesta en hacerlo.

Hoy en día el sistema educativo argentino atraviesa uno de sus peores momentos, puesto que la calidad de la educación ha sido descartada para que la Argentina no figure en los índices internacionales como un país con una población falta de capacidad intelectual. Paralelamente a ello, la escuela nacional se ha fijado como objetivo básico lograr la famosa “inclusión social”, la cual no consistiría solamente en integrar a la gente de escasos recursos económicos en la misma trama social que la gente con mayores recursos que ellos, sino que, fundamentalmente, sería una cuestión de valorizar a los individuos en su heterogeneidad.

A raíz de ello, los mandarines que administran la educación contemporánea buscan erradicar en las escuelas argentinas todo lo relacionado a los valores de competitividad y virtuosismo para reemplazarlos por los de cooperación y solidaridad. La idea de anular los aplazos para “no estigmatizar” a los jóvenes ilustra perfectamente esto que señalo. También las sacrosantas cruzadas en contra del “bullying” al diferente por su condición de diferente responden a este proyecto.

¿Acaso el colegio que recibe el último premio por su carro alegórico no se siente aplazado por no haberse esforzado lo suficiente? ¿La jovencita de rostro aindiado que ni por caridad le dan un reconocimiento en un concurso de belleza no se siente disminuida como mujer?

Algunas ideas transformadoras

En la década de 1970 el adolescente quería ser adulto. Hoy en día los adultos quieren ser adolescentes. La FNE coincide en su espíritu con el joven de 1970, no con el de hoy. Entonces se pueden hacer dos cosas: o continuar con ello o renovar el escenario.

En lo particular pienso que hace falta renovar el escenario. Se lo podría renovar de dos modos: o contribuyendo con la recuperación de la calidad educativa o profundizando el tema de la inclusión social. Si se opta por lo primero, lo conveniente sería eliminar a la FNE directamente, puesto que no sólo implica situaciones conflictivas, también es un gasto de dinero enorme (que no genera ingresos por turismo, ya que el festival sólo moviliza a unos cuantos contingentes de jóvenes de otras provincias que se organizan para pasar unos escasos días sin consumir más que lo necesario), y una pérdida de tiempo descomunal (los más involucrados en la FNE entre el estudiantado jujeño son aquellos jóvenes que se encuentran en el último año de la escuela media –los llamados “carroceros”–, quienes además concentran grandes energías en su viaje de egresados y en las actividades festivas relacionadas al egreso: en el último año de la escuela media el estudiante jujeño apenas encuentra tiempo para estudiar, por ello no es extraño que el éxito estudiantil en la UNJU sea una rareza, tal y como lo comprueban los informes recientes).

Si se opta por la vía de la inclusión social, entonces es necesario que los organizadores de la FNE cambien el modo en que se seleccionan “reinas estudiantiles” y en el que se premian los carros alegóricos. La solución más efectiva sería eliminando a los jurados, y dejando que los espectadores voten en su lugar. Podría pasar cualquier cosa con los resultados finales, pero, al fin y al cabo, ¿a quien le importa? Son sólo jóvenes viviendo su juventud.


Julieta Frías 

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